lunes, 6 de julio de 2015

Kaliyah, La Mega Guardiana



Papá no deberías esforzarte, ya sabes lo que te dijo el médico . Bethany se acercó hasta su padre para quitarle el rastrillo. —No, déjame. ¿Qué quieres que haga? ¿Que me pase el día mirando la televisión o jugando a los videojuegos como hace tu hermano en la ciudad? Quita, quita, antes prefiero que se me rompa la espalda a llevar esa vida —. John siguió rastrillando las hojas del suelo como si nada le hubieran dicho. —Deja que Kaliyah se ocupe, te necesito en la cocina, por favor —. Ampharos sonrió al oír su nombre. El anciano se quedó mirando a Ampharos y dejó caer el rastrillo con fiereza, después se fue dentro de casa murmurando quejas. Su hija sonrió a Ampharos, asintió y se fue tras él.

Ampharos, o como le llaman desde que tiene memoria, Kaliyah recogió el rastrillo del suelo y empezó a rastrillar las hojas. El invierno ya ha llegado y los árboles ya casi no tienen hojas que para ser recogidas. Hace casi trece años que Beth le ofreció ser su entrenadora, desde entonces, Kaliyah ha ayudado a Beth y a su padre con la granja. Tienen un montón de Mareep y algún que otro Flaffy, pero ella es la única Ampharos. Es el sitio ideal para criar Pokémon eléctricos, allí hay muchas tormentas eléctricas, sobretodo en primavera. Cuando hay una les dejan salir e ir al acantilado, ahí los rayos caen cerca y recargan a todos los Pokémon de la granja. Pero el invierno ya estaba aquí y no habría tormentas eléctricas durante una buena temporada.

Ampharos ya había acabado de rastrillar todo el patio cuando la llamaron para comer. Ella a diferencia de los demás Mareep y Flaffy podía comer dentro de casa, la consideraban una más de la familia. Y pese al mal carácter del viejo John en el fondo era un buen hombre. —Te ha quedado muy limpio el patio Kaliyah —decía John mientras se comía la sopa, sin dirigirle la mirada. Ampharos sonrió y siguió comiendo su comida, un pienso para Pokémon de tipo eléctrico, tenía un sabor amargo que le encantaba.

Se oyó un ruido en el patio, como si algo se rompiera. —¡Ayuda! —Ampharos se levantó de la mesa y salió disparada hacia donde estaban sus compañeros. Los Mareep estaban en apuros, y pese a que John y Beth no podían entenderlos, entendieron la situación al instante. Ampharos atravesó el patio corriendo, había empezado a llover y por eso ya volvía a haber alguna que otra hoja en el suelo. Cuando llegó vio una manada de Mightyena, eran cinco, habían roto una de las vallas y estaban atacando a los Pokémon. El que parecía el líder se abalanzó sobre uno de los Flaffy y le mordió en la pierna, Ampharos sin pensárselo dos veces se lanzó contra él para derribarlo que salió por los aires y chocó contra uno de los árboles. Más hojas en el suelo.

Enseguida llegaron Beth y su padre. —¡Kaliyah! —Gritó Beth, —Tenemos que proteger a los Pokémon, pero son muchos ¿crees que estamos preparadas? — Ampharos se tocó el collar que llevaba, la piedra que le regaló hace un par de años, esa piedra que albergaba tanto poder, el poder de la megaevolución. Bethany y Kaliyah ya lo habían intentado más de una vez, el aspecto de Ampharos había cambiado y su fuerza había aumentado, incluso sentía un poder nuevo en su interior, la fuerza de un dragón, una fuerza que no había conseguido dominar. Pero hasta entonces nunca la había necesitado. Ampharos miró a Beth y asintió.

En ese momento los cinco Mightyena dejaron de prestar atención a los Mareep asustados y se dirigieron hacia Ampharos. —¡Megaevolución! —Gritó Beth a la vez que agarraba la piedra de su collar. John se apartó de ella cuando empezó a brillar. Una luz cegadora salió disparada del collar hacia Ampharos que sintió la poderosa fuerza que ya había sentido antes, el vínculo con su querida Beth era todo lo que necesitaba para poder cambiar. Un calor recorrió todo su cuerpo, empezando por el cuello dónde tenía el collar hasta los pies. Ampharos estaba brillando tanto que no se la veía. Entonces empezó a cambiar, de la perla roja de su frente empezaron a salir pelos de lana blancos como la nieve, cabellos largos que le llegaron hasta la cola, de dentro la melena salieron más perlas rojas. En la cola pasó lo mismo, se llenó de una esponjosa lana blanca. Y notó como la fuerza del dragón volvía, esa fuerza imparable que casi le costó la vida a Beth la última vez.

Cuando Ampharos dejó de brillar estaba totalmente distinta, notaba una ira que casi no podía controlar. El primer Mightyena atacó, saltó sobre Ampharos enseñando los dientes dispuesto a morderla. —¡Kaliyah usa Trueno! —ni siquiera se movió, levantó los brazos hacia él y desde las nubes cayó un potente rayo que impactó de lleno en el Mightyena que quedó en el suelo, temblando sin poder levantarse. Los demás Mightyena, tenían los ojos abiertos como platos, pero aun así atacaron. Esta vez eran tres a la vez, uno consiguió morder a Ampharos en la pierna y otro en el brazo, el tercero lanzó una llamarada, que pese a darle de lleno, casi ni se enteró. —¡Ahora, Dragoaliento! —Siguiendo las órdenes de su entrenadora, Ampharos cargó la gran energía del dragón dentro de su cuerpo y la lanzó contra los Mightyena. Eso provocó una explosión, cuando se dispersó el humo, los tres Mightyena estaban en el suelo.

Pero cuando parecía que ya quedaba poco se oyó un rugido que hizo caer a Ampharos al suelo. Desde el suelo vio caer más hojas de los árboles. El líder de los Mightyena se acercó poco a poco a Ampharos. Beth y John se miraron el uno al otro sin saber qué hacer, estaban empapados por la lluvia, al igual que Ampharos. —Te arrepentirás—. Dijo el Mightyena. Ella se lo quedó mirando tensa igual que su entrenadora. Cuando parecía que iba a atacar escupió un humo negro por la boca que los cegó a todos. Aunque se disipó rápido gracias a la lluvia. Cuando volvieron a tener visibilidad vieron que ninguno de los Mightyena seguía allí.

En ese instante Ampharos recuperó su forma normal. Agotada por la pelea y por el mismo poder cayó al suelo. Beth corrió a abrazarla. —Lo hemos conseguido, hemos dominado la megaevolución. Estoy tan orgullosa, ahora descansa cariño—. Acto seguido Ampharos se desmayó.

A la mañana siguiente Kaliyah despertó en su cama de paja del establo. Poco a poco se levantó y salió al patio. Beth que estaba arreglando la valla rota se dio cuenta y la saludó. Y allí estaba el viejo John… rastrillando las hojas.