lunes, 6 de julio de 2015

Kaliyah, La Mega Guardiana



Papá no deberías esforzarte, ya sabes lo que te dijo el médico . Bethany se acercó hasta su padre para quitarle el rastrillo. —No, déjame. ¿Qué quieres que haga? ¿Que me pase el día mirando la televisión o jugando a los videojuegos como hace tu hermano en la ciudad? Quita, quita, antes prefiero que se me rompa la espalda a llevar esa vida —. John siguió rastrillando las hojas del suelo como si nada le hubieran dicho. —Deja que Kaliyah se ocupe, te necesito en la cocina, por favor —. Ampharos sonrió al oír su nombre. El anciano se quedó mirando a Ampharos y dejó caer el rastrillo con fiereza, después se fue dentro de casa murmurando quejas. Su hija sonrió a Ampharos, asintió y se fue tras él.

Ampharos, o como le llaman desde que tiene memoria, Kaliyah recogió el rastrillo del suelo y empezó a rastrillar las hojas. El invierno ya ha llegado y los árboles ya casi no tienen hojas que para ser recogidas. Hace casi trece años que Beth le ofreció ser su entrenadora, desde entonces, Kaliyah ha ayudado a Beth y a su padre con la granja. Tienen un montón de Mareep y algún que otro Flaffy, pero ella es la única Ampharos. Es el sitio ideal para criar Pokémon eléctricos, allí hay muchas tormentas eléctricas, sobretodo en primavera. Cuando hay una les dejan salir e ir al acantilado, ahí los rayos caen cerca y recargan a todos los Pokémon de la granja. Pero el invierno ya estaba aquí y no habría tormentas eléctricas durante una buena temporada.

Ampharos ya había acabado de rastrillar todo el patio cuando la llamaron para comer. Ella a diferencia de los demás Mareep y Flaffy podía comer dentro de casa, la consideraban una más de la familia. Y pese al mal carácter del viejo John en el fondo era un buen hombre. —Te ha quedado muy limpio el patio Kaliyah —decía John mientras se comía la sopa, sin dirigirle la mirada. Ampharos sonrió y siguió comiendo su comida, un pienso para Pokémon de tipo eléctrico, tenía un sabor amargo que le encantaba.

Se oyó un ruido en el patio, como si algo se rompiera. —¡Ayuda! —Ampharos se levantó de la mesa y salió disparada hacia donde estaban sus compañeros. Los Mareep estaban en apuros, y pese a que John y Beth no podían entenderlos, entendieron la situación al instante. Ampharos atravesó el patio corriendo, había empezado a llover y por eso ya volvía a haber alguna que otra hoja en el suelo. Cuando llegó vio una manada de Mightyena, eran cinco, habían roto una de las vallas y estaban atacando a los Pokémon. El que parecía el líder se abalanzó sobre uno de los Flaffy y le mordió en la pierna, Ampharos sin pensárselo dos veces se lanzó contra él para derribarlo que salió por los aires y chocó contra uno de los árboles. Más hojas en el suelo.

Enseguida llegaron Beth y su padre. —¡Kaliyah! —Gritó Beth, —Tenemos que proteger a los Pokémon, pero son muchos ¿crees que estamos preparadas? — Ampharos se tocó el collar que llevaba, la piedra que le regaló hace un par de años, esa piedra que albergaba tanto poder, el poder de la megaevolución. Bethany y Kaliyah ya lo habían intentado más de una vez, el aspecto de Ampharos había cambiado y su fuerza había aumentado, incluso sentía un poder nuevo en su interior, la fuerza de un dragón, una fuerza que no había conseguido dominar. Pero hasta entonces nunca la había necesitado. Ampharos miró a Beth y asintió.

En ese momento los cinco Mightyena dejaron de prestar atención a los Mareep asustados y se dirigieron hacia Ampharos. —¡Megaevolución! —Gritó Beth a la vez que agarraba la piedra de su collar. John se apartó de ella cuando empezó a brillar. Una luz cegadora salió disparada del collar hacia Ampharos que sintió la poderosa fuerza que ya había sentido antes, el vínculo con su querida Beth era todo lo que necesitaba para poder cambiar. Un calor recorrió todo su cuerpo, empezando por el cuello dónde tenía el collar hasta los pies. Ampharos estaba brillando tanto que no se la veía. Entonces empezó a cambiar, de la perla roja de su frente empezaron a salir pelos de lana blancos como la nieve, cabellos largos que le llegaron hasta la cola, de dentro la melena salieron más perlas rojas. En la cola pasó lo mismo, se llenó de una esponjosa lana blanca. Y notó como la fuerza del dragón volvía, esa fuerza imparable que casi le costó la vida a Beth la última vez.

Cuando Ampharos dejó de brillar estaba totalmente distinta, notaba una ira que casi no podía controlar. El primer Mightyena atacó, saltó sobre Ampharos enseñando los dientes dispuesto a morderla. —¡Kaliyah usa Trueno! —ni siquiera se movió, levantó los brazos hacia él y desde las nubes cayó un potente rayo que impactó de lleno en el Mightyena que quedó en el suelo, temblando sin poder levantarse. Los demás Mightyena, tenían los ojos abiertos como platos, pero aun así atacaron. Esta vez eran tres a la vez, uno consiguió morder a Ampharos en la pierna y otro en el brazo, el tercero lanzó una llamarada, que pese a darle de lleno, casi ni se enteró. —¡Ahora, Dragoaliento! —Siguiendo las órdenes de su entrenadora, Ampharos cargó la gran energía del dragón dentro de su cuerpo y la lanzó contra los Mightyena. Eso provocó una explosión, cuando se dispersó el humo, los tres Mightyena estaban en el suelo.

Pero cuando parecía que ya quedaba poco se oyó un rugido que hizo caer a Ampharos al suelo. Desde el suelo vio caer más hojas de los árboles. El líder de los Mightyena se acercó poco a poco a Ampharos. Beth y John se miraron el uno al otro sin saber qué hacer, estaban empapados por la lluvia, al igual que Ampharos. —Te arrepentirás—. Dijo el Mightyena. Ella se lo quedó mirando tensa igual que su entrenadora. Cuando parecía que iba a atacar escupió un humo negro por la boca que los cegó a todos. Aunque se disipó rápido gracias a la lluvia. Cuando volvieron a tener visibilidad vieron que ninguno de los Mightyena seguía allí.

En ese instante Ampharos recuperó su forma normal. Agotada por la pelea y por el mismo poder cayó al suelo. Beth corrió a abrazarla. —Lo hemos conseguido, hemos dominado la megaevolución. Estoy tan orgullosa, ahora descansa cariño—. Acto seguido Ampharos se desmayó.

A la mañana siguiente Kaliyah despertó en su cama de paja del establo. Poco a poco se levantó y salió al patio. Beth que estaba arreglando la valla rota se dio cuenta y la saludó. Y allí estaba el viejo John… rastrillando las hojas.

martes, 30 de junio de 2015

Las Lágrimas de una Madre


Imagen sacada de: http://all0412.deviantart.com/
Si quieres saber lo que pasó antes de este cuento lee estos primero (no son necesarios): 
El Bulbasaur Explorador I
El Bulbasaur Explorador II

Ya empezaba a hacer el frío glacial de todos los años, y seguía sin encontrar ni rastro de su hijo. Venusaur llevaba mucho tiempo lejos de casa en busca de su pequeño Bulbasaur desaparecido. Desde el momento en que oyó al Scolipede sabía que pasaba algo, en ese mismo instante salió disparada para ver qué pasaba pero lo único que encontró fue el Scolipede con el que había luchado antes, gritando desde lo alto de la cascada. Pero su instinto de madre le decía que había pasado algo con alguno de sus hijos. 

Volvió al Gran Árbol para asegurarse de que todos estaban bien. Pero se dio cuenta de que faltaba su hijo menor. Quiso esperar para ver si volvía solo, pero pasaron los días y Bulbasaur no volvía. Venusaur no podía estar más preocupada que cualquier otra madre, era su hijo, su pequeñín, el cual siempre tenía que defender de sus otros hermanos que se burlaban de él por ser débil. Tenía que encontrarlo.

Dejó a su hijo mayor al cargo de los demás tras contarles lo sucedido, ellos lo entendieron y la dejaron marchar. Ya había pasado mucho tiempo desde que desapareció, y Venusaur se había recorrido todo lo que conocía del bosque. Así que mucho a su pesar se dirigió en terreno desconocido. Llegó a una pradera, había algunos Rhyhorn pastando pero nada fuera de lo común, siguió caminando pero no veía nada más que hierba y algún que otro Rhyhorn. Se encontró con un árbol de bayas, bayas frambu, las favoritas de Bulbasaur.

En ese instante Venusaur recordó la primera vez que Bulbasaur probó esas bayas, Bulbasaur mordió una y se le abrieron los ojos como dos lunas llenas, se le formó una sonrisa de oreja a oreja y empezó a saltar. Cogió todas las bayas frambu que pudo y se las comió en un instante, esa noche tuvo dolor de barriga. Venusaur tuvo que pasar la noche en vela para cuidar de él. Desde entonces no le dejó coger más de 4 bayas frambu para que no se pusiera malo otra vez. El grito de un Tropius la devolvió a la realidad, Venusaur se dio cuenta de que estaba llorando.

Usó sus látigos para secarse las lágrimas y cogió algunas bayas para comer y dárselas a Bulbasaur cuando lo encontrara. Siguió caminando con los ojos bien abiertos pero no veía nada de nada. La mayoría de árboles ya no tenían hojas ni bayas, suerte que algunas florecen en esa época tan fría.

Cuando ya estaba dejando la pradera a sus espaldas se metió en otro bosque, era igual que en el que había vivido, ya casi ningún árbol tenía hojas. Después de mucho buscar sin éxito se encontró con una cueva, estaba situada en el pie de una gran montaña. Como ya se estaba haciendo de noche entró para refugiarse. Una vez que Venusaur encontró un sitio cómodo se comió algunas bayas y cerró los ojos.

Esa noche soñó con Bulbasaur, Venusaur estaba junto a él y sus otros hijos, todos jugaban en el Gran Árbol. Venusaur los observaba, sonriendo. Lo único que desea una madre es que sus hijos sean felices y crezcan sanos y fuertes, y en ese sueño todo parecía perfecto. Pero todo oscureció y todos sus hijos empezaron a caer, uno por uno desde su pequeño Bulbasaur a su hijo mayor Ivysaur. Todos caían en un oscuro abismo sin fin y ella no podía hacer nada, sus piernas no se movían, empezó a llorar y gritar. Los intentaba agarrar con sus látigos pero ya habían desaparecido. Un golpe despertó a Venusaur.

Venusaur abrió los ojos, llorosos. Tenía la respiración acelerada y le temblaba todo, había sido un sueño, nada más. Pero su hijo seguía desaparecido. Volvió a sonar un golpe, esta vez Venusaur se dio cuenta, venía del fondo de la cueva. Empezaron a oírse más golpes, parecían pasos y cada vez estaban más cerca. Venusaur se puso en alerta, intentó ver en la oscuridad pero no veía nada, se dirigió lentamente hacia el interior de la cueva para ver si veía algo.

Una figura enorme salió de la oscuridad, era más o menos del tamaño de Venusaur, aunque tenía forma humanoide y parecía que su cuerpo estaba hecho de metal. Tenía siete ojos, seis de ellos formaban un círculo y el séptimo estaba en el centro. La criatura avanzaba hacia Venusaur lentamente pero con agresividad. Cuando estuvo a una distancia lo suficiente cerca para verse uno al otro pero no tanto como para llegarse a tocar, la criatura de metal empezó a acumular energía con las manos. Venusaur en seguida supo que iba a atacar, tal vez esa cueva era su hogar y lo había molestado, aun así no podía irse. ¿Y si esa misma criatura se encontró con su Bulbasaur? Tenía que averiguarlo y estaba dispuesta a luchar para ello.

La criatura lanzó su ataque aunque Venusaur pudo esquivarlo, entonces sacó sus látigos y le rodeó con ellos, intentó elevarlo para lanzarlo por los aires pero pesaba demasiado. En ese momento de distracción la criatura agarró sus látigos y lanzó a Venusaur por los aires. Pese a su gran peso salió volando y chocó contra la pared de la cueva que hizo que se desprendiera parte de ella. Venusaur se levantó con dificultad, dispuesta a seguir luchando, se encabritó y cayó con fuerza contra el suelo con ambas patas delanteras, un temblor empezó a mover la tierra. Empezaron a caer rocas por toda la cueva, eso pareció dañar bastante a la otra criatura, además una de las rocas le dio de lleno y quedó atrapado.

Cuando parecía que lo tenía ganado, empezaron a caer más rocas, el terremoto había sido excesivamente fuerte y la cueva se estaba derruyendo. Mientras la otra criatura intentaba liberarse, Venusaur vio que era imposible seguir avanzando, en cualquier momento la cueva iba a cerrarse y tenía que salir de allí. Venusaur empezó a correr hacia el exterior, exhausta por la lucha cada vez le costaba correr más. Cuando estaba a punto de salir una roca le cayó encima y la dejó atrapada. 

Usó sus látigos para quitársela pero seguían cayendo rocas. No podía moverse y sus fuerzas cada vez eran menos. La flor de la espalda se había roto, todas las hojas habían quedado desgarradas, y no sentía las patas. “Nunca voy a volver a ver a mi Bulbasaur” pensó Venusaur, “ni a mis otros hijos, todos los Bulbasaur e Ivysaur que he criado desde que mi primer retoño salió del huevo. Sé que se las arreglarán bien sin mí, son pokémon fuertes y listos. Lo único que lamento es no poder estar con ellos un poco más” Se oyó un grito dentro de la cueva, de la criatura metálica.

Entonces unas siluetas aparecieron de dentro del bosque, ella levantó la cabeza y vio a todos sus hijos que se sentaron delante de ella. “Estamos aquí mamá” Decía el Ivysaur mayor. “Estaremos contigo hasta el final, pronto te reunirás con papá” seguían diciendo. “No estés triste, vamos a arreglárnoslas, nos has criado bien” decía la pequeña Bulbasaur. De entre todos sus hijos apareció su pequeño y querido Bulbasaur, “Sé lo que has hecho por mi mamá, no te preocupes, encontraré el camino a casa para estar con mis hermanos, no te olvidaremos, eres nuestra madre y siempre estarás con nosotros.” Con esas palabras, Venusaur cerró los ojos, el cansancio le podía. “Ya es hora de que me reencuentre con el Venusaur del que me enamoré”. Una lágrima le resbaló por la mejilla.

domingo, 28 de junio de 2015

El Hipnotista de Ciudad Plateada


Imagen sacada de: http://all0412.deviantart.com/

Las calles estaban abarrotadas, había gente por todas partes, asustada y preocupada. Hypno podía leer las mentes de todos y cada uno, no eran pensamientos agradables pero eso le era indiferente. Aunque las calles no solo estaban abarrotadas de gente, también de Rattatas, había por todas partes, royendo los sacos de comida, metiéndose debajo de los vestidos de las mujeres… A Hypno no le importaba, había pasado su infancia como Drowzee en el bosque, y ahí estos Pokémon abundan. Lo que no entendía es por qué tuvieron que salir ese día que había tanta gente, a Silvio, su entrenador, no le gustaba la gente al igual que Hypno pero insistió en salir.

Finalmente llegaron a un sitio, era el gran edificio de piedra, delante había un hombre con bigote hablando encima de lo que parecía un cajón de madera. “…y por lo tanto, el alcalde y yo hemos acordado en recompensar con una bolsa llena de monedas de oro al que consiga expulsar a todos estos Rattatas que nos están arruinando, comiéndose nuestros alimentos y entrando en nuestras viviendas…” El hombre del bigote seguía hablando a gritos cuando Silvio empezó a abrirse paso entre la gente, Hypno lo siguió. Se colocaron delante del hombre con bigote y todo el mundo quedó en silencio.

Silvio era un chico de aspecto misterioso, la gente se lo miraba por la calle, aunque siempre de lejos. Tenía el pelo oscuro y los ojos más oscuros aun. Era de piel pálida y estaba en los huesos. Vestía con ropas viejas y desgastadas. Pero a pesar de su pésimo aspecto tenía un poder psíquico asombroso para ser un humano. –Yo lo haré–. Dijo en ese momento. –¿Pe-perdón? –Contestó el hombre del bigote. –Yo expulsaré a los Rattatas, siempre que me paguéis esa bolsa de monedas–. Todo el mundo empezó a reírse, Hypno no sabía por qué, Silvio era mucho mejor que todos ellos, de entre todos era el mejor para esa tarea, y cualquier otra. El hombre del bigote los hizo callar y aceptó a regañadientes, dijo que cuando las calles estuvieran limpias de esos “asquerosos” Pokémon rata le daría la bolsa de monedas.

Tras todo eso Hypno y Silvio volvieron a casa con sus tareas de siempre. Pronto se hizo de noche y las calles quedaron vacías. Chico y Pokémon salieron a la calle, en busca de los Rattatas, finalmente llegaron al centro de la ciudad, donde esa misma mañana estaba el señor del bigote dirigiéndose hacia la muchedumbre. Silvio miró a Hypno y le hizo una señal con la cabeza. Hypno entendió que era su momento, así que usando Telepatía se dirigió a todos y cada uno de los Rattata de Ciudad Plateada.

“Venid pequeños, venid con papá. Felices y a salvo vais a estar. Con Hypno os vais a divertir. Pequeños Rattatas dejad de roer, venid con Hypno, vuestro nuevo papá. Seréis libres de comer todo lo que queráis…” A medida que iba transmitiendo el mensaje todos los Rattata con los ojos en blanco, se dirigían hacia la plaza. El mensaje no era lo importante sino la entonación, eso hipnotizaba a todos los Pokémon haciendo que obedecieran las órdenes de Hypno.

Una vez todos los Pokémon rata estuvieron juntos, Silvio e Hypno se dirigieron hacia la oscuridad da la noche a las afueras de la ciudad, más allá de los campos de cultivo y el bosque, siempre con los Rattatas siguiéndoles. Más allá del bosque había un río, ambos se pararon en la orilla. Hace un par de días había llovido y el río estaba embravecido. Hypno les dio la orden de que siguieran caminando, uno a uno todos los Rattatas se iban metiendo en el agua, diez, cincuenta, cien y más de mil Rattatas entraron en el río y fueron arrastrados hasta el fondo para ahogarse y perecer.

Al día siguiente hacía sol, no había ni una nube en el cielo ni un Rattata en Ciudad Plateada. Hypno y Silvio se dirigieron hacia el edificio de piedra, allí volvía a estar el hombre con bigote junto al que parecía ser el alcalde, ambos estaban celebrándolo con los demás ciudadanos. Había música en las calles, juglares y demás festividades.

Pero cuando Silvio se acercó al hombre del bigote para reclamar su dinero, él hizo como no si no le oyera. Al final, después de mucho insistir contestó con un tono burlón –¿De verdad crees que vamos a pagarte tal cantidad de dinero por echar a cuatro Rattatas de la ciudad con el poder de tu Pokémon? ¡Guardias! Echad a este chico y su Pokémon de la ciudad, están intentando robar al alcalde–. Tras decir eso, dos guardias acompañados de Machoke les echaron de la ciudad. Silvio, que normalmente es un chico pacífico y tranquilo, encolerizó. Hypno le estaba leyendo la mente y no oía más que malos pensamientos hacia cualquier ciudadano de la ciudad. Pero pese a que Hypno no era un Pokémon malvado, sí que era un Pokémon fiel, y haría todo lo que su entrenador le dijera.

Esa misma noche Silvio e Hypno entraron en la ciudad cuando todo el mundo estaba durmiendo, se dirigieron al centro, igual que la noche anterior e Hypno empezó a hacer lo que Silvio le había dicho con anterioridad. Se concentró y empezó a usar Telepatía en todos los niños de la ciudad. “Venid pequeños, venid con papá. Felices y a salvo vais a estar. Con Hypno os vais a divertir. Niñitos dejad de dormir, venid con Hypno, vuestro nuevo papá. Seréis libres de jugar tanto como queráis, por vosotros vuestras familias van a llorar. Dejadme meterme en vuestros sueños, no os quejéis y levantad. Venid con papi Hypno más allá del horizonte. Ahora estaréis conmigo, para siempre…”

En medio de la niebla de la ciudad empezaron a aparecer niños a montones, con los ojos en blanco. Niños mayores con sus hermanos pequeños en brazos, gemelas cogidas de la mano, e incluso niños enfermos de la peste. Todos y cada uno se plantó delante de Hypno y entonces Silvio, él y todos los niños se dirigieron hacia las afueras de la ciudad, más allá del bosque, para no volver jamás.

lunes, 16 de marzo de 2015

Diario de un Científico I


Imagen sacada de: http://mark331.deviantart.com/

5 de Mayo de 1926,
Por fin hemos capturado al Pokémon 352, comúnmente conocido como Kecleon. Gracias a su habilidad Cambio Color, ha estado escondido dentro de nuestros laboratorios durante meses sin que nos diéramos cuenta. Fue esta mañana a las 10:37 cuando uno de los becarios se lo encontró husmeando en la cafetería. Por suerte, sabía más que nosotros a la hora de atrapar un pokémon y lo capturó fácilmente con una ultraball a las 10:43.
Datos del espécimen:
- Especie: Camaleónico
- Edad: Adulto.
- Altura: 105,2 cm. (Ligeramente más alto que la media.)
- Peso: 22,67 kg. (Peso igual a la media, tomando en cuenta su altura.)
- Género: Macho.
- Color: Verde pálido, (probablemente debido al color blanco de las paredes en las que estuvo escondido.)
- Grupo Huevo: Campo.

10 de Mayo del 1926,
El espécimen 352 ha vuelto a su color de piel original. Hemos empezado con los experimentos de inmediato, el pokémon se ha mostrado bastante colaborador aunque no parece gustarle la comida que le hemos preparado con carne de Caterpie, vamos a seguir investigando su alimentación.

18 de Mayo del 1926,
Ha pasado una semana y seguimos sin novedades.

20 de Mayo del 1926,
El espécimen 352 por fin ha empezado a comer. Hemos podido dejar de alimentarle con tubos. Parece que lo que le gusta son los pokémon de tipo bicho procedentes de Hoenn, cualquiera de ellos. En cuanto a otros experimentos hemos descubierto que sus escamas pueden copiar 4677 colores diferentes en el cuerpo. Seguimos investigando pues creemos que puede copiar muchos más colores. Finalmente también hemos conseguido saber la longitud de su lengua, y es que no es de una longitud exacta si no que la puede alargar y encoger a su gusto. La longitud más pequeña es de 10,4 cm y la más larga es de hasta 652,3 cm. Aun así pensamos que la longitud varía según el espécimen.

29 de Mayo del 1926,
El espécimen 352 ha huido. Nadie lo ha visto desde las 8:30 de la mañana. De todos modos el Pokemon ha dejado un claro rastro de sus huellas al pisar una sustancia corrosiva del laboratorio. Creemos que puede estar herido por lo que no llegará muy lejos.
Las huellas del espécimen desaparecen en el bosque. Nadie lo ha encontrado.

Fin del experimento.

18 de Junio del 1926,
Creíamos que el experimento había terminado, pero parece que el espécimen 352 ha vuelto al laboratorio tras un corto periodo. Es el mimo Kecleon pues sigue con la etiqueta que le pusimos. Esta vez le hemos puesto un localizador para que nuestros errores no nos hagan perderlo otra vez. Por otra parte, parece que el espécimen no sufrió ningún tipo de daño, ni interno ni superficial, por el contacto con el líquido corrosivo. Parece que sus escamas están preparadas para repeler todo tipo de sustancias extrañas al cuerpo. Esto es un gran avance en la investigación.

20 de Junio del 1926,
El espécimen 352 se ha vuelto agresivo tras ingerir un producto para pokémon de tipo dragón. Ha destrozado varios laboratorios con todos sus trabajos y ha habido varios heridos, el Pokémon ha vuelto a desaparecer y nadie sabe dónde está pues ha roto el localizador. Solo espero que-

sábado, 24 de enero de 2015

Groudon, el Rey de los Continentes



Una voz susurraba a lo lejos. Groudon abrió lentamente los ojos y se fijó en esa figura tan brillante y maravillosa que bien podría ser un Dios. Le dijo unas pocas palabras y desapareció. Miró a su alrededor y entonces vio el mar de lava que se extendía hasta dónde alcanzaba la vista. Con sus grandes patas avanzaba a gran velocidad. Para él toda esa lava no era más que un suave líquido espeso que le rozaba el cuerpo hasta la cintura. Su cuerpo era mucho más caliente que la propia tierra fundida. Tras horas caminando por aquel mar rojo no había encontrado más que lava. 

Finalmente vio un pilar de rocas en el cuál relucía algo brillante, del color del magma, tan brillante que casi se podía confundir con una estrella. Se dirigió hacia el pilar y cuando estuvo arriba vio una gema no más grande que sus ojos. Se acercó hasta a ella cuando empezó a brillar aún más, a la vez que sentía que una gran fuerza se liberaba en su interior. Sintió como si ardiera, los símbolos de su cuerpo empezaron a derretirse hasta convertirse en el mismo magma que le rodeaba. Notó como sus huesos y músculos empezaban a crecer, el suelo cada vez estaba más lejos y el mundo empezaba a volverse de un rojo brillante. Groudon perdió el control. Tenía tanto poder en su interior que no era capaz de controlarlo.

Groudon golpeó la tierra que tenía debajo los pies con toda su furia y partió el pilar por la mitad. Empezó a andar con su pesado cuerpo, cada paso que daba hacía que se hundiera más en el mar rojo. Groudon se concentró para reunir toda su fuerza para dar un golpe que hizo temblar todo el planeta. Fue entonces cuando el magma empezó a solidificarse y a la vez empezaron a estallar volcanes por todo el mundo. A medida que la lava de los volcanes iba cobrando terreno y a su vez solidificándose, se fueron creando miles y miles de kilómetros de tierra sólida.

Hectáreas de tierra se expandieron por todo el planeta. Desde altas montañas a suaves llanuras. Había metales, gemas y minerales. Hectáreas completamente de oro o diamante se expandían por todo el mundo. Pero pese a toda la tierra sólida que se expandió en tan solo un par de días, las temperaturas seguían siendo desproporcionalmente elevadas. Groudon seguía solo en el mundo, pues tales temperaturas hacían que nada pudiera cobrar vida, ni plantas ni pokémon.

Pasaron los meses y Groudon seguía expandiendo la tierra por el planeta, cuando divisó la misma luz brillante que vio el día de su nacimiento. Estaba a cientos de kilómetros de distancia pero aun así podía verla pues era más brillante que el mismo sol. Tras horas de caminar llegó y aunque la luz ya había desaparecido hace horas, lo supo al ver ese mar de agua que terminaba más allá de dónde le alcanzaba la vista.

Una ola gigante se abalanzó contra Groudon de repente, no movió ni un músculo y en cuanto el agua le cayó encima se evaporó antes de tocarlo. Pues con su habilidad el agua se evaporaba al instante, de hecho, la costa ya empezaba a hervir y a soltar vapor. A lo lejos, dentro del agua se vio a un pokémon azul mucho más grande que Groudon. Agitó una de sus enormes aletas para provocar otra ola gigante, la cual volvió a evaporarse. Se oyó un grito de Kyogre seguido de una luz azulada y cegadora. Empezó a llover con mucha fuerza, tanta fuerza que parecía que vaciaran un océano encima de la Tierra. Pero a la vez, hacía un sol cegador que evaporaba el agua. Toda esa mezcla de climas hizo que el mundo se volviera loco, y los mares y continentes aparecían y desaparecían rápidamente.

Groudon estuvo días combatiendo contra su archienemigo. Pero los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses. Parecía que esa lucha era eterna,  Groudon no parecía nada cansado y Kyogre más de lo mismo. Con esa batalla devastadora no parecía que hubiera manera de que el mundo estuviera en paz. Hasta que un día una luz brillante del cielo descendió, parecía una estrella cayendo del cielo.

Tras unos minutos el meteorito estalló contra la Tierra, el golpe hizo temblar toda el planeta. Un Pokémon apareció de dónde cayó el meteorito, era verde y alargado y parecía tener unas cintas naranjas que le colgaban de los cuernos y la mandíbula. Rayquaza, enfurecido se acercó a los Pokémon enfrentados y con su habilidad amainó las tormentas y las sequías. Una ráfaga de viento rodeó a los Pokémon que volvieron a sus formas originales. Ambos Pokémon sometidos ante tal poder se vieron obligados a retroceder y se alejaron.

Kyogre se hundió en el agua mientras Groudon se dirigía a uno de los volcanes más cercanos, subió por la ladera y se sumergió dentro de la lava del volcán, cerró los ojos y se sumió en un sueño profundo que se mantuvo hasta millones de años después.

martes, 6 de enero de 2015

El Bulbasaur Explorador II


Imagen sacada de: http://all0412.deviantart.com/
Primera Parte: El Bulbasaur Explorador I

Todo estaba oscuro, hacía días que no comía y no paraba de rugirle el estómago. Cayó un rayo bastante cerca y Bulbasaur se asustó. Estaba acostumbrado a oír truenos, había vivido en un gran árbol junto a sus hermanos y los rayos siempre caían en él. Pero esta vez estaba totalmente solo, y hacía ya dos noches que no paraba de llover. No había podido salir de la cueva que había encontrado dado que llovía con tanta fuerza que era imposible ver nada, y menos de noche.

Bulbasaur había encontrado esa cueva hacía ya tiempo, entraba para dormir y salía para buscar comida, pero en cuanto empezó a llover tuvo que quedarse dentro. Y lo peor es que cada vez hacía más frío, dentro de nada empezaría a caer las primeras nevadas y como no encontrara un lugar mejor que ese moriría de frío. Casi todos los pokémon del tipo planta era débiles a los cambios de temperaturas, una temporada con un calor demasiado fuerte podría secarlos y si hacía demasiado frío se congelarían en poco tiempo. Bulbasaur se levantó poco a poco e hizo ademán de adentrarse más en la cueva. Era una cueva profunda, tanto que Bulbasaur no era capaza de ver el final, hasta ahora no se había adentrado mucho porque había oído unos ruidos raros en el fondo de la cueva. Pero estaba hambriento y no parecía que fuera a parar de llover en breve. Así que con el estómago vacío y el corazón latiendo a toda velocidad fue hacia adentrándose dentro de la cueva. Estuvo un rato caminando sin ver nada, pero sus ojos se empezaron a adaptar a la oscuridad y empezó a ver formas; piedras brillantes que sobresalían de las paredes, raíces de árboles en el techo, pero nada raro. Siguió caminando, como no había nada Bulbasaur se fue tranquilizando y con las ganas de saber qué es lo que encontraría se olvidó del hambre que tenía.

Entonces se oyó un golpe en el fondo de la cueva, Bulbasaur se paró en seco y su corazón volvió a acelerarse. No movió ni un músculo y agudizando el oído solo consiguió oír los latidos de corazón. Al poco rato se dio cuenta que había estado aguantando el aliento, aspiró poquito a poco y empezó a andar de nuevo. Se volvió a oír el golpe. — ¿Quién anda ahí? — preguntó Bulbasaur. — Sé que estás a-ahí, n-no me das mi-miedo—. A medida que iba hablando se ponía más nervioso y empezó a balbucear. Se volvió a oír el golpe, esta vez más fuerte. Bulbasaur consiguió identificar el sonido, eran pasos. Bulbasaur retrocedió con los ojos como platos, intentando ver en la oscuridad.

Sin necesidad de agudizar más la vista, aparecieron siete ojos anaranjados que brillaban como el sol al ponerse. Parecían pertenecer al mismo individuo dado que estaba juntos, tres en vertical, uno en medio, y otros tres más. Tras esos ojos había una enorme figura, robusta y que se movía lentamente, parecía roca. Bulbasaur no había nada similar en toda su vida, y aun así tampoco parecía muy amistoso. Sabía que no podría salir corriendo hacia fuera, lo más probable es que se acabara perdiendo en el bosque por culpa de la intensa lluvia, así que cerró los ojos, se tranquilizó y los volvió a abrir.

La enorme figura seguía avanzando hacia él, Bulbasaur empezó a correr en su dirección y vio como levantaba patosamente uno de sus brazos. Apretó los dientes y corrió tan deprisa como pudo. Estaba tan cerca del individuo que casi podía tocarlo entonces lanzó su látigos entre las piernas del individuo, se agarró a una roca y se deslizó entre ellas. Estaba a la espalda de esa bestia cuando se dio cuenta que había sido una estupidez, ni siquiera sabía si esa cueva tendría salida por el otro lado, pero ahora no podía hacer otra cosa que correr.

Empezó a correr entre la oscuridad, no veía nada más que rocas y más rocas pero siguió corriendo porque oyó pasos acelerados a sus espaldas. Entonces llegó a una bifurcación, sin pensárselo dos veces fue hacia la izquierda. Esa cueva parecía un laberinto porque empezaron a aparecer caminos por todos lados, Bulbasaur siempre elegía el camino de la izquierda, aunque no sabía muy bien porque. Seguía corriendo cuando de repente recordó a sus hermanos, solían perseguirse unos a otros para jugar, se levantaban por los aires con sus látigos y se lanzaban semillas a la cara. Aunque a veces se metieran con él, echaba de menos a sus hermanos, y a su madre más que a ninguno. Se dio cuenta de que le caía una lágrima y sacudió la cabeza. Unos zubat salieron de entre la oscuridad y empezaron a volar, lo habría despertado, aun así ni se molestaron en acercarse a él. Bulbasaur cada vez estaba más cansado y noto que le faltaba el aliento. Paró al lado de una raíz grande que salía de la pared para descansar, miró hacia atrás pero no vio nada más que oscuridad, volvió la vista hacia delante y tampoco veía nada. Se tumbó en el suelo y se dio cuenta que ahí dentro, por lo menos no hacía tanto frío.

Al cabo de un rato se levantó y se acordó del hambre que tenía, seguía sin haber comido nada y además había hecho muchos esfuerzos, se tumbó en el suelo y cerró los ojos para soñar con su familia. Pasadas unas horas un ruido lo despertó, había parecido un trueno. Eso significaba que, o estaba cerca de alguna salida o la cueva no era muy profunda y el rayo había caído cerca. Siguió caminando para encontrar la salida, caminó tanto que perdió la cuenta del rato que llevaba caminando, por lo menos ningún otro pokémon, o lo que fuera eso, lo había molestado más. Y entonces vió una luz, corrió hacia ella y vio una salida al exterior, se acercó a ella y se quedó impactado. No podía creerse lo que estaba viendo.